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Ilustración de Luis Díaz Feria.
MADRID
Librería Opar (Alcalá 94, 2º Izq.)
Librería J.J. (Trav. de Bastos 4, Majadahonda)
Prensa Ana (Avda. Plantío 12, Coslada)
Ediciones 77 (Pº de la Florida 51)
Las Cuatro reglas (Carril de las Eras 19, Meco)
Hatillo de Cartama (Torrelaguna 70)
Librería Roberto Aláez (San Roque 17, Guadarrama)
Villcor (Marqués 7, Pinto)
Librería Aranjuez (Abastos 68, Aranjuez)
El cruce (Mayor Baja 41, Perales de Tajuña)
Merchus (Avda. La Rioja 16, San Sebastián de los Reyes).
Estatua del Augusto de Prima Porta (Museos Vaticanos)
La imagen de la portada se propone sintetizar el principio de “Asociación de Ideas” que recorre todo el libro: Es una composición fotográfica, realizada por el artista Fernando Cortés, sobre el Augusto de Prima Porta, una estatua idealizada de Octavio César Augusto que hoy se exhibe en los Museos Vaticanos. Fue encontrada en la villa residencial de Livia en Prima Porta, en los suburbios de Roma. Se considera que es una copia en mármol del bronce original, que a su vez estaba inspirado en el Doríforo de Policleto.
Para seguir con las asociaciones, Vindobona, el “oppidum” sobre el que con posterioridad se fundó Viena, fue edificado durante el mandato de Octavio Augusto para reforzar las defensas a lo largo del Danubio.
Y ya para rematarlo, hemos incluido también en la cubierta un sello de la República Austriaca con la ilustración de la casa de Beethoven en Heiligenstadt (Viena). No es una coincidencia que Beethoven realizara el estreno mundial de su 9ª Sinfonía en el Teatro de la Corte Imperial de Viena, en 1824.
La 9ª Sinfonía de Beethoven juega un papel predominante en el capítulo XIV (“IN FORO”).
Pregunta de Quiz: Beethoven también hizo sus pinitos en esto de la asociación de ideas. Lejos de hacer oídos sordos al mundo clásico, compuso una pieza basada en uno de los mitos centrales que recorren “Un paseo por Vindobona”. ¿Sabes de qué obra estamos hablando?
Respuesta: “Las Criaturas de Prometeo”, obertura y música para ballet (Op. 43, 1801)
Prometeo llevando el fuego a la humanidad, H. F. Füger, circa 1817 (Liechtenstein Museum, Viena)
Hamlet y Horacio en el cementerio, Eugène Delacroix, 1839 (Museo del Louvre, Paris)
Pocos escritores, y en especial los noveles, hemos podido resistirnos a la tentación de incorporar alguna cita al inicio de nuestras obras. Y cuanto más erudita, hermética y, a ser posible en idioma extranjero, mejor. Constituye un merecido desahogo después del trabajo realmente duro de escribir el libro y tan sólo implica el asumible esfuerzo de una relajada búsqueda en internet. Además, da lustre.
Yo me he decantado por las dos siguientes, con el ser humano como “leit motiv”:
“Al principio, miraban sin ver y escuchaban sin oír” Prometeo Encadenado (Esquilo)
“What a piece of work is a man!” Hamlet, Act II, Scene 2 (William Shakespeare)
Como primicia, aquí van otras dos líneas que dan continuación a sendas peroraciones de Prometeo y de Hamlet:
“Soterrados vivían como ágiles hormigas en el fondo de antros sin sol” (Prometeo)
“In action how like an angel, in apprehension how like a god!” (Hamlet)
Pregunta de Quiz: ¿Cuál es la manera más efectiva de desenmascarar a los que nunca han leído a “Hamlet”, el príncipe de los soliloquios por excelencia, a pesar de que juren por los huesos de Shakespeare todo lo contrario?
Respuesta: Darles una calavera y pedirles que reciten el “To be or not to be”. Si lo aceptan, aunque se sepan el monólogo de memoria, quedarán en evidencia
Portada de la edición de “La Metamorfosis” de Franz Kafka (Leipzig, 1915)
Retrato de Franz Kafka (1883-1924)
He aquí la epístola a Franz Kafka que nunca le envié:
“Querido y respetado Franz,
Desde la relativa impunidad que me confiere esta sección de “Apostillas”, por fin nos encontramos tú y yo, cara a cara.
Vaya por delante mi admiración y mi agradecimiento por los buenos ratos pasados. Ahora bien, si me permites sincerarme, ¿no podías haberte inventado algo menos claustrofóbico?, ¿menos terrorífico?, ¿eres consciente de todas las pesadillas que has provocado en estos 100 años?, ¿qué ha sido de todos esos pobres pacientes de psicoanálisis que han entrado en la consulta con tu libro bajo el brazo? Si tu intención era la de ganarte amigos, no sé si has escogido el camino más adecuado. Yo lo soy, esa no es la cuestión. Y en aras de esa amistad, me he permitido revisitarte y pedir prestadas tus alas (que no élitros) para volar bajo con “Un paseo por Vindobona”. Me he tomado la libertad de abrir la ventana para que entrase un poco de aire fresco y también de intentar blandir esa arma traicionera y de doble filo que es la ironía. Espero que disculpes el atrevimiento. Al fin y al cabo, tú ya eres una figura inmortal, y lo que yo pueda aportar al respecto no va a cambiar nada”. CMdD.
El Capítulo I (“AB INITIO”) arranca con el despertar de Franz (mi Franz, Franz Schwarzkörper) en un apartamento de los suburbios de Viena. Es el comienzo del giro copernicano, de la transformación del bello insecto en un repugnante homínido.
Pregunta de Quiz: ¿Cómo se llamaba el mejor amigo de Franz Kafka, que publicó la mayor parte de su obra a título póstumo, traicionando así a su última voluntad?
Respuesta: Se llamaba Max Brod. Ver el Capítulo XII y siguientes
S.P.Q.R. Emblema de la República y del Imperio Romano
“AB URBE CONDITA” “Desde la fundación de la ciudad” (753 AC) ¿Qué ciudad? La respuesta era tan evidente para los habitantes del Lacio, que no era preciso ni nombrarla: ROMA. Pero no una Roma cualquiera, sino la de S.P.Q.R (Senatus Populusque Romanus). Su República, sus magistrados, sus instituciones, y por supuesto sus latinajos… perdón, sus locuciones latinas.
¿Qué es eso de que el Latín es una lengua muerta? Será muerta de risa, si no, que se lo pregunten a Virgilio y su “ Eneida”, cuando evoca aquello de “et naves tuae… vel inflatis velis intrat ostia portus” (Y tus naves… con las velas infladas, entraron a toda hostia en el puerto. Nota del traductor: Traducción libre).
Lengua maleable, el Latín sabe acomodarse a las más altas instancias de Cicerón o de Séneca, para luego descender a los arrabales del “Qui pisces volete, culis mojete” (Nota del traductor: Ésta es libérrima, y es la que en la Facultad hacían traducir como inocentada a los estudiantes de 1º de Derecho. La anécdota es verídica).
Pero el podio queda reservado para la que era la favorita en nuestros años de estudiantes: “Stultorum infinitus est numerus” (“Eclesiastés”). Ésta sí que se la sabían de memoria nuestras compañeras de clase, a fuerza de beneficiarse de nuestra desinteresada ayuda durante los exámenes (Para más detalles, ver la sección de El Autor).
Desde su primera cita, “Un paseo por Vindobona”, transpira Roma por todas sus páginas.
Pregunta de Quiz: ¿Cuál es la locución que les habría gustado censurar a los orgullosos romanos, si hubieran podido?
Respuesta: “Graecia capta ferum victorem cepit” (La Grecia cautiva conquistó a su fiero vencedor), de Horacio (65 AC – 27 AC)
Estatua de “Anonymus”, Cronista Real de Hungría, s. XII (Castillo de Vajdajunyad, Budapest)
La importancia del nombre propio está fuera de toda cuestión. Es la primera afirmación de individualidad, nuestra constatación como seres únicos, personales e intransferibles. De una u otra manera, todas las culturas han reflejado esa evidencia.
En Roma se optó por la vía de las adiciones: 1)Praenomen, 2)Nomen, 3)Cognomen, 4)Agnomen. Y así se llegó a escenarios como “Publius Cornelius Scipio Aemiluanus Africanus Numantinus”. El sistema tenía la ventaja de ser descriptivo y dinámico: Dada la precaria lista de Praenomen y de Nomen, se utilizaba el Cognomen para destacar alguna característica física del sujeto (lo que hoy llamaríamos mote) y los sucesivos Agnomen se iban añadiendo a lo largo de su vida para conmemorar sus logros o conquistas. Así, a base de incorporar epítetos, conseguían diferenciarse los unos de los otros. El sistema no supuso una especial contribución a la igualdad entre sexos, todo hay que decirlo, porque en el caso de las féminas bastaba con el Praenomen, seguido del adjetivo ordinal: Julia Prima, Julia Secunda, Julia Tertia. En contadas ocasiones, se concedía alguna excepción: Julia Maior, Julia Minor.
La mayoría de los pueblos ha utilizado fórmulas más simples: Unos poniendo énfasis en la filiación, como los nórdicos y eslavos (Johansson, Johansdottir; Ivanov, Ivanova), otros explotando sin moderación lo del apodo, como en la antroponimia precolombina (“Astuto como el zorro”, “Toro sentado”).
Pero la rueda sigue, y los seriales televisivos de moda también han hecho su aportación para estigmatizar a los vástagos de por vida. Mi más sincera empatía para esas Khaleesi y Daenerys, o para esos Tyrion, que pronto comenzarán a dar sus primeros pasos. Esperemos que el aura benéfica de Juego de Tronos les acompañe en su épica andadura.
Pregunta de Quiz: ¿Todos los nombres propios y apellidos utilizados en “Un paseo por Vindobona” responden a un significado concreto, en algunos casos más evidente que en otros?
Respuesta: Si
Barber Shop Quartet, Norman Rockwell, 1936 (Saturday Evening Post)
Pocos locales han acumulado tanta carga emocional como las barberías, pudiendo jactarse de apelar a los cinco sentidos, empezando por el olfato. Por si ésto no fuera suficiente, algunos de ellos se constituyeron en auténticos foros de debate, factor a tener en cuenta en la época de mi infancia y adolescencia, donde más de dos personas juntas ya eran consideradas “asociación ilícita”.
Las barberías de barrio estaban rodeadas de una iconografía muy particular: El cilindro tricolor, las poltronas, las navajas, las maquinillas eléctricas, los tónicos y las fragancias. La mía respondía a esos cánones y constituye una prueba de que la memoria es selectiva: A pesar de que para mí la ceremonia del corte de pelo siempre representaba una tortura, aún hoy recuerdo al lugar con cariño. Si me pongo a racionalizar un poco y a sacudirme la capa de nostalgia, vuelve a mi memoria el implacable barbero, bien aleccionado por mi padre, que esculpía sin compasión su “corte de pelo a navaja”, que te dejaba hecho un figurín. Suerte que por aquella época yo era barbilampiño, y que sus profanaciones quedaban así limitadas a la parte superior de la cabeza. Perpetrada la tonsura, mi principal preocupación era la de llegar a casa sin que me viera ningún conocido, para poder despeinarme un poco, y reparar en parte el destrozo. Hoy en día, me pongo en manos de Tanya, que tiene la rara habilidad de conseguir que nadie te pregunte al día siguiente si te has cortado el pelo. Además, lo remata con un masaje capilar que te deja nuevo.
Nuestro personal homenaje a la barbería se encuentra en el Capítulo IV, “FACTOTUM”.
Pregunta de Quiz: ¿Qué melodía canturreaba Gioachino Rossini todas las mañanas al ducharse, según fiable fuente?
Respuesta: La cavatina de Fígaro, “Largo al factótum de la città” (“El Barbero de Sevilla”, Acto I, 1816)
Principales símbolos religiosos
Dios: La coartada perfecta, que todo lo justifica. Sea cual sea la creencia, se merece un poco más de respeto, por favor. Esperamos indulgencia si esta apostilla queda reducida a su mínima expresión, pero en este tema mejor volar con alas de plomo.
No obstante, el Capítulo V, “DE RELIGIO”, se atreve con ello.
Pregunta de Quiz: ¿Qué era lo que SÍ sabía hacer Sócrates, urdidor del pensamiento “Sólo sé que no sé nada”?
Respuesta: Desquiciar a sus interlocutores acribillándoles a preguntas. De ahí el apodo que se ganó a pulso: “El Tábano”
Amor Vincit Omnia, Caravaggio, 1602 (Gemäldegalerie, Berlín)
Como no podía ser de otra manera, el erotismo juega su papel en “Un paseo por Vindobona”. Yo no lo definiría sólo como central, dado que se manifiesta del inicio al fin, pasando por los capítulos intermedios. De hecho, es un “leit motiv” recurrente, puesto que el despertar de la libido se erige como una de las principales barreras que impiden a Franz alcanzar su plena condición como ser humano, a pesar de los esfuerzos de su pareja Annelisse y de su mentor Pacheco. La primera en el aspecto físico, y el segundo en el metafísico, se entiende.
Que el tema interesa, queda fuera de toda duda. Si no, no constituiría uno de los principales tabúes en todas las culturas. La ciencia y el arte han resultado socorridas vías de escape para hablar con cierta espontaneidad de lo que de otra manera no se podría hablar. Tanto es así que nadie frunce el ceño ante una disertación psicoanalítica sobre el componente libidinoso del subconsciente o ante la interpretación de un artístico desnudo en un museo. Pero esos mismos siguen afirmando sin rubor que los niños los trae la cigüeña desde París. Como nuestra estrategia consiste en no intentar complacer a todo el mundo, a éstos estamos dispuestos a pagarles el billete para comprobarlo.
A pesar de mi frustrada intención de tocarlo sólo de pasada, el erotismo aflora en los Capítulos II (“COMMUNIO”), III (“IN ITINERE”), VI (“ARS AMATORIA”), VIII (“CUPIDITAS”), XI (“PROMETHEUS”), XII (“CONVIVIUM”), XV (“CONSUMMATIO”) y quizás en alguno más.
Pregunta de Quiz: ¿Qué es lo que no ha podido vencer Eros, a pesar de la égloga de Virgilio: “Omnia Vincit Amor”?
Respuesta: El componente “kitch” de su homónimo en latín, Cupido
La época de Pericles, P. Folz, 1853
Vaya por delante que no tenemos nada en contra de la Democracia, es difícil concebir un mejor sistema de gobierno, y todavía más, poder llevarlo a la práctica. Ahí están las sucesivas “Utopías” para corroborarlo.
La “Cosa Pública” es algo que nos atañe a todos, y es lógico que también despertase el interés de nuestro Franz Schwarzkörper, ya a las pocas semanas de pasearse entre los humanos. Dado su excepcional origen, Franz juega con la ventaja de no tener que ser “políticamente correcto” y de ni siquiera saber el significado de este término. Y gracias a ello, se atreve con elucubraciones que otros podrían considerar “poco democráticas”.
Al margen de las posibles opiniones de Franz, lo cierto es que el invento de la Atenas de Pericles goza hoy en día de una excelente salud y que se ha impuesto por goleada a todos los demás sistemas políticos. Al menos en su aspecto formal, queda muy bien eso de que el pueblo soberano se haya otorgado a sí mismo una constitución y que el poder lo ejerzan sus representantes elegidos democráticamente.
Para confrontar otras posturas, que a modo díscolo se apartan del axioma, consultar el Capítulo VII (“DE RE PUBLICA”)
Pregunta de Quiz: ¿Qué es lo que le recordaba cada día Aspasia a su esposo Pericles, padre de la Democracia?
Respuesta: Correcto: “En casa, mando yo”
Vienna Austriae, grabado del s. XVII (Museo de Historia, Viena)
¿Por qué Viena? También me lo pregunto yo. Supongo que la idea surgió por generación espontánea. Quizás sería mejor preguntar: ¿Por qué no? Viena reúne unas características excelentes para ubicar cualquier relato: Bañada por el Danubio, con el necesario pedigrí histórico, y llena de museos y de oferta gastronómica.
Como cualquier ciudad que se precie, también tiene su zona nocturna, aunque en su caso ha sido bautizada con un ingenioso apelativo: “El Triángulo de las Bermudas”. Los que vayan buscando aviones o buques desaparecidos quedarán decepcionados, pero en cambio podrán consolarse disfrutando de un wienerschitzel o de un bratwurst en algún acogedor heuriger, para después tomarse una copa en algún chill-out o discoteca. A los efectos de nuestra historia, el barrio proporcionaba un entorno idóneo para las andanzas de Franz, sin tener que explotar el aspecto sórdido más de lo necesario.
En cuanto al repertorio de asociación de ideas, Viena va bien servida: Vindobona fue edificada durante el mandato de Octavio Augusto, Beethoven estrenó su Novena Sinfonía en el Teatro de la Corte Imperial, Sigmund Freud hizo sus primeras prácticas en el Gran Hospital Central, y Franz Kafka tuvo un paso fugaz por la Clínica Universitaria, en este caso como paciente. Y hasta puede que, en algún momento u otro, el propio William Shakespeare también se pasease por el Graben. Cuando menos, escogió Viena como escenario para una de sus comedias (“Measure for measure”).
La entrada en escena del Triángulo tiene lugar en el Capítulo IX (“CONFABULATIO”)
Pregunta de Quiz: ¿Cuál es la única creación de repostería que podría hacerle sombra a la tarta Sacher?
Respuesta: La tarta Esterházy, símbolo de la eterna rivalidad entre la estirpe austriaca de la primera y húngara de la segunda. Dato éste irrelevante a efectos organolépticos
El Juicio de Paris, A. R. Mengs, 1757 (Museo de L’Hermitage, San Petersburgo)
Debo confesar que siempre sentí un poco de envidia por este zagal, cuya noble cuna no le impidió dedicarse al idílico oficio del pastoreo. Salvando las distancias, sería como si en la actualidad un miembro de la realeza trabajase de reponedor en un supermercado. Quizás fuera este democratizador detalle el que llamase la atención de Zeus para elegir al príncipe Troyano como árbitro de la belleza entre Afrodita, Atenea y Hera. Dado que en aquella época no existían sindicatos, y que la doctrina marxista distaba mucho de haber sido concebida, podríamos aceptar esta hipótesis como la más plausible.
En cuanto al método empleado para emitir tan arriesgado juicio, también corren distintas versiones: Sobre si sólo fue Afrodita la que mostró sus encantos, o también alguna de las otras dos, o las tres. En aras de la objetividad, yo me decantaría por la última opción, como parece ser que han corroborado la mayoría de artistas que han recreado el acontecimiento a lo largo de los siglos. Desde un mero punto de vista procesal de aportación de pruebas, es lógico asumir que Paris demandase un a exploración directa del “material”.
El caso es que la Manzana de Oro fue para Afrodita, que no tardó en recompensar con creces a su benefactor. No existen evidencias sobre las artes que ésta hubiera podido utilizar para influir en el fallo, pero todo apunta a que se trata del primer caso en la historia de prevaricación. Y a los hechos me remito: Lo máximo que puede esperar un ecuánime magistrado hoy en día es cobrar a final de mes y, como mucho, la alabanza de la sociedad por su exquisito sentido de la Justicia. A Paris, en cambio, le tocó la bella Helena en el lote. Lo que vino después, es por todos conocido: Se armó “La de Troya”. Parece ser que la esposa de Menelao venía con un sello de garantía firmado por la propia Afrodita, que caducó a los diez años, cuando Paris murió atravesado por una flecha disparada por Filoctetes, ya al final de la guerra.
Para más información sobre el mito, visitar el Capítulo XIII (“CONVIVIUM”).
Pregunta de Quiz: ¿Qué es lo primero que le preguntó Menelao a Helena, cuando volvieron de Troya?
Respuesta: Si era verdad eso de que los niños venían de Paris
Fotogramas del film “Julio César”, de J.L.Mankiewicz (1953)
Bruto/Marco Antonio – James Mason/Marlon Brando
Siguiendo con el tema de la asociación de ideas, el asesinato de Julio César, a manos de Bruto, Casio y un puñado de resentidos, nos ofrece un interesante ejemplo. El hecho histórico acaecido en los “Idus de Marzo” del 44 BC en el Teatro de Pompeyo, en Roma, ha viajado hasta nuestros días reinterpretado de manera continua y adoptando infinitas formas. En nuestro caso, nos hemos centrado en un determinado hilo conductor: Hecho histórico (44 BC), tragedia de W. Shakespeare (1599), film de J.L.Mankiewicz (1953).
La contribución de “Un paseo por Vindobona” a esta cadena de asociaciones se encuentra en el capítulo XIV (“IN FORO”).
Pregunta de Quiz: En el duelo dialéctico entre Bruto y Marco Antonio, el primero blande un puñal ensangrentado y el segundo el testamento de César. ¿Quién se ganará a la audiencia?
Respuesta: Quien haya contestado Bruto, queda descalificado
Apreciado/a lector/a, si has llegado hasta aquí, es que “Un paseo por Vindobona” te ha despertado un cierto interés. Tanto si ya la has leído, como si piensas hacerlo en el futuro, siéntete libre de dejar en esta web tus comentarios y pasar así a reforzar tu perfil en internet. Como accionista principal en esta empresa, será para mí un placer contestarte.
Firmado: Carlos Montero de Doñoro (CMdD)
PS: Nuestro agradecimiento a la disponibilidad en la Red de las imágenes que ilustran esta sección, y en especial a WIKIPEDIA.
Primera edición: marzo 2015
© Derechos de edición reservados.
Editorial Círculo Rojo
http://www.editorialcirculorojo.com
info@editorialcirculorojo.com
Colección Novela
© Carlos Montero de Doñoro
Edición: Editorial Círculo Rojo
Maquetación: Germán Fernández Martín
Fotografía de cubierta: ©Fotolia.es
Diseño de portada: ©Antonio López Galdeano
Producido por: Editorial Círculo Rojo
ISBN: 978-84-9095-597-0
DEPÓSITO LEGAL: AL 217-2015
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna y por ningún media, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor. Todos los derechos reservados. Editorial Círculo Rojo no tiene or qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
IMPRESO EN ESPAÑA – UNIÓN EUROPEA
Me llamo Carlos Montero de Doñoro. “Stricto sensu”, no se trata de un seudónimo, sino más bien de mi personalidad literaria. Carlos es mi segundo nombre de pila y Montero de Doñoro son mi tercer y cuarto apellido.
Para ser sinceros, el “de” es la única innovación real. Ahora bien, antes de precipitarnos a emitir juicios de valor, he de confesar en mi descargo que la vanidad no ha sido el único móvil para utilizar tan ennoblecedora preposición: Ante la eventualidad de cualquier búsqueda en internet (como la que con toda probabilidad os ha traído a estas páginas), puede que encontréis varios Carlos Montero, pero sólo encontrareis un Carlos Montero de Doñoro. Por si este argumento no fuera de suficiente peso, también he tenido presente al mundo anglosajón (y no sólo), donde tienen la fea costumbre de cortar tu genealogía por la mitad y cercenar sin contemplaciones la rama materna. El problema se resuelve con esta sencilla adenda, ya que así se ven forzados a poner el nombre completo. Probadlo en vuestros buscadores, veréis que funciona. Lo que acaba de descolocar a los anglosajones es lo de la “ñ” y no ha de sorprendernos que también navegue por internet mi alter ego, Carlos Montero de Donoro, a quien ya he comenzado a tomarle aprecio.
Nací en Madrid, en 1956. Para ser más exactos, en el barrio de Chamberí, en el Sanatorio (hoy Hospital) de La Milagrosa. Mi madre siempre contaba que el parto había durado 10 horas y que habían necesitado fórceps para la extracción. De ahí la recurrente broma familiar por asociación de ideas, como si ya no fuera suficiente “milagro” el mero hecho de nacer. Por suerte, mi paso por este tipo de tipo de instituciones ha sido fugaz desde aquella efeméride, limitándose a una operación de vegetaciones y otra de menisco. Y vaya aquí mi más respetuoso saludo hacia Las Parcas, a quienes he tenido buen cuidado de mencionar en “Un paseo por Vindobona”. Nunca habré de agradecerles lo suficiente la calidad del material utilizado, ya que su “hilo” me ha llevado a las puertas de mi sexto decenio con plenas facultades, modestia aparte.
Cursé mis estudios en el Liceo Serrano, hoy Trinity College, en su mítica época fundacional, inspirada en la Institución Libre de Enseñanza. Por aquel entonces, yo no era muy consciente de tales principios pedagógicos, pero sí de sus implicaciones prácticas, ya que era uno de los pocos centros de educación mixta y laica en Madrid, si no el único. Huelga decir que dicha característica ofrecía una clara ventaja competitiva frente a los colegios de curas y de monjas al uso, en especial a la hora del recreo y en los “guateques” del fin de semana, para aquellos que la supieran aprovechar. La misma podía incrementarse de manera exponencial para los que optasen por la rama de “Letras”, como fue mi caso, donde la proporción era de cuatro a uno, a favor de las féminas. Los privilegiados pertenecientes al sexo minoritario nos dejábamos agasajar por nuestras compañeras de clase, quienes nos colmaban de atenciones justo antes de los exámenes de Latín, si bien nunca llegamos a entender por qué éstas se cortaban de brusca manera al término de los mismos, después de haberse beneficiado de nuestra inapreciable ayuda. Cierto es que nunca esperamos nada a cambio, y si les soplábamos o les dejábamos copiar, se debía tan sólo a nuestro natural altruismo. Además de los entrañables recuerdos de aquella época, todavía conservo una estrecha relación con mis amigos de entonces, a pesar de la diáspora.
Continué con la carrera de Derecho en el CEU, Universidad de San Pablo, y así me convertí en “literatus”, si bien nunca llegué a ejercer el oficio. Incluso conseguí obtener una beca del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, ubicado en el antiguo Palacio de Godoy, muy cerca de mi casa, en pleno barrio de Palacio. A pesar de mi gran afinidad por la disciplina de Mucio Escévola, tanto el tedioso panorama de las Oposiciones como mi precaria situación económica me llevaron a probar suerte en el mundo de la empresa, y así substituir el Código Civil por los estados financieros. Dejando a un lado detalles profesionales, que no vienen al caso, esta decisión supuso el inicio de un largo exilio, que en su momento ni siquiera llegué a imaginar, cuando dejé el piso familiar de la calle San Bernardo, en el año de gracia de 1978 (todos lo son).
La primera etapa fue Barcelona, “archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros…”, en expresión de Cervantes. En aquella época las matrículas de los coches llevaban la letra de la provincia, y la “M” del mío devino compañera inseparable de la pintura de spray negra. Pero es bien sabido que vándalos hay en todas partes, y puedo corroborar que nunca se pasó de esta pequeña anécdota. Tanto es así, que al poco tiempo de instalarme llegué a hacer mías las palabras de El Quijote, incluso ante la dura prueba de los lunes por la mañana, a la hora de pasar por las Horcas Caudinas de los comentarios sobre los resultados del Barça durante el fin de semana. Si bien después vinieron otros destinos, Barcelona siempre ha sido y es para mí el campamento base, uniéndome a ella estrechos vínculos emocionales y familiares.
Partiendo de este campamento base, mi espíritu inquieto y mi “attaché” de ejecutivo me han llevado por casi todos los rincones de Europa. Algunos han sido escala fugaz, aunque reincidente. Otros han sido durante un tiempo, y por lo tanto para siempre, mi hogar: De los Alpes a los Balcanes, del Moldava al Danubio, de Lausana a Sofía, pasando por Praga y por Budapest. Y en algún momento de este periplo, impreciso en mi memoria, llegó el impulso de escribir. La buena noticia es que opté por seguirlo, si no, no estaríamos aquí.
Como escritor novel, puedo afirmar que también he seguido el trillado camino del placer en un párrafo y de la frustración en el siguiente, de la incertidumbre del inicio hasta la catarsis de llegar a escribir la palabra “Fin” (“Finis”, en mi caso). Y para culminar el proceso y que el manuscrito adquiera vida propia, tan sólo he precisado de un poco de determinación y de los comentarios de esos amigos y allegados, tan importantes, para no desalentarte más de lo necesario. El último empujón ha sido hacer mía la lección bien aprendida durante años: No intentar complacer a todo el mundo, si no quieres acabar sin complacer a nadie. “Un paseo por Vindobona”, de Carlos Montero de Doñoro es el resultado. “Ave atque vale”.
“Un paseo por Vindobona” es una novela inspirada en “La Metamorfosis” de Franz Kafka y, como tal, no apta para entomófobos. Por muy oportunista que pueda parecer, el hecho de haberla publicado en Abril de 2015, justo cuando se cumplen 100 años de la primera edición en Leipzig de la obra de Kafka, es una mera coincidencia. Doy fe. Escribí el primer capítulo poco después de instalarme en Sofía (Bulgaria) en 2012, y la terminé en Marzo de 2014, sin ser en absoluto consciente de la mencionada efeméride. Dicho esto, podemos hacer honor al aforismo y proclamar: “Se non è vero, è ben trovato”.
La idea central parte de una especie de giro copernicano de la historia original. En este caso, el protagonista, Franz, se transmuta de insecto a ser humano, justo lo contrario a lo que le sucede al Gregor Samsa de 1915. A pesar de lo absurdo de la situación, el sujeto es aceptado con toda naturalidad por Annelisse, la inquilina del apartamento en el que ha tenido lugar la metamorfosis, que se convierte en su pareja, y por un paciente del hospital donde ella trabaja, llamado Pacheco, que se erige en su mentor. Desde el primer momento, Franz da muestras de una extraordinaria capacidad de aprendizaje en todos los campos, aunque también podríamos llamarlo mimetización. La velocidad que alcanza el proceso obliga a Pacheco y Annelisse a actuar con rapidez, antes de que Franz llegue a convertirse en una presencia incómoda y difícil de explicar. La decisión que en última instancia adoptan persigue integrarle en sociedad sin despertar suspicacias, pero ésta acaba provocando un inesperado desenlace.
Tal y como explico en el prólogo del libro, el título pretende dar una pista sobre su carácter itinerante y desenfadado, a través de la expresión “paseo”, al tiempo que indicar el lugar de la acción: Viena. Para no ponerlo tan fácil, y también para evitar el riesgo de que sea confundido con una nueva guía turística, decidí latinizar el nombre y utilizar el término “Vindobona”. Soy consciente de que el literal “Un paseo por Vindobona” puede representar una cierta pirueta semántica, y debo confesar que un título como “La Antropomórfosis” nos acercaría más al contenido de la obra, pero he decidido huir de lo evidente.
El texto está lleno de analogías y simbolismos, que en ningún momento me he propuesto disfrazar, sino todo lo contrario, hacerlo bien patente. Se puede afirmar, con permiso de Hume, que he trabajado a fondo el proceso de “Asociación de ideas”, aunque no en su vertiente filosófica, sino como recurso subyacente en la propia gestación del concepto. Partiendo del inicio “metamórfico” del primer capítulo, el proceso comienza a manifestarse ya desde las primeras líneas, entrelazando el devenir del relato con frecuentes llamadas entrecomilladas que encuentran su explicación, en muchos casos generosa, en los denominados “Comentarii”.
Al respecto de los “Comentarii”, he pretendido ir más allá del puro recurso a la “nota a pie de página”, o al “apéndice”. De manera deliberada, he querido elevarlos de rango y darles vida propia. Tanto es así, que no siempre el texto principal ha justificado por sí solo el comentario, sino que en ocasiones también se ha producido el fenómeno inverso. En todo caso, los “Comentarii” no persiguen ninguna función didáctica, ya que no ha sido mi intención ofender la inteligencia o conocimientos del lector, sino sólo ofrecerle alguna pincelada sobre el tema en cuestión. Es decir, dichos apuntes nunca han aspirado a ser exhaustivos, pero sí rigurosos y, en la medida de lo posible, anecdóticos.
Como reflexión final sobre “Un paseo por Vindobona”, y llegado pues el momento de ponernos trascendentes, he decidido auto-citarme con el último párrafo de su prólogo, satisfaciendo así al unísono el ego y el principio de economía narrativa: “La gran cualidad del pensamiento es que es libre. Ya nos encargamos nosotros de ponerle las cadenas. Su peso y sus chirridos serían insoportables, si no fuera por nuestra extraordinaria capacidad de reírnos de nosotros mismos y de mirar al mundo con ironía. Y en mi opinión, no existe momento en que nos tomemos las cosas más en serio, que cuando la ejercemos”.
(Para más detalles y curiosidades sobre el libro, aconsejo visitar la sección de “Apostillas”).